viernes, 20 de junio de 2014

Mi vida en once líneas

"Lo ví cuando caminaba muy triste por la Alameda.   Mas que pasos, daba tropezones, pero eso no parecían notarlo sus piernas cansadas.   Eran cerca de las nueve de la noche.     No sabía que hacer.     Miró sus manos, moradas de frío; su corazón se hallaba completamente presionado.     Necesitaba salir y explotar.     El sabía que no podía hacerlo... otra vez.      Le dijo todo lo que pensaba, todo lo que sentia... y solo recibió el maldito desprecio de su parte.   Sintió cada palabra como una burla, como un insulto, y aun así prefirió guardar silencio.     

Como siempre.

Me acerqué lentamente y caminé junto a el.    Tomé su mano.    Lo invité a compartir la calidez de mi corazón.     Le regalé un trozo de mi juventud y mi vida.     El me miró a los ojos y vi mi alma, mi futuro, mi vida entera reflejada en los suyos.

Ahí supe que el sería mío para siempre".


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