Esa noche te sentaste en aquella banca, la de siempre, mirando distraído hacia las luces que parpadeaban a tu lado. Me acerqué, queriendo decir algo... pero simplemente me detuve a metros de ti. Disfruté como nunca cuando mis ojos pasaron por la suave curvatura de tus labios entreabiertos e imaginé sin pudor todo lo que esa camisa traviesa me escondía. Vi como se tensó tu hombro cuando sentiste que me acercaba. Sabías que te miraba y aun así, te hiciste el loco y seguiste mirando las malditas luces. No me importó que tu supieras que te observaba... en realidad, creo que lo sabías y te gustaba.
Desgraciado.
Hiciste que me armara de valor y, respirando hondo, me senté a tu lado.
Te miré y me miraste de vuelta con descaro y un dejo divertido. Susurré un tímido "Hola" mientras mi mudo corazón te llamaba a gritos. Mi mano, sin censura, se acercó descontrolada a tu pierna y tanteó un poco aquello que imaginaba y deseaba con ansias. Te sorprendiste, pero no me lo dijiste. Me devolviste el "Hola" con esos labios que me tenían hipnotizada. Quise silenciar tu voz con un beso, de inmediato, pero tus ojos llenos de duda no me lo permitieron. En ese mismo silencio pude oír el daño que tenías en tu pecho agitado. Mi corazón era mudo pero no sordo. Logró escuchar hasta el mas profundo lamento y desató en mí la mas profunda de las emociones...
Te quería conmigo, pero ni tu ni yo lo sabíamos en ese entonces...
...Las luces nunca dejaron de parpadear a nuestro lado.
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